Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.

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La libertad no tiene su valor en sí misma: hay que apreciarla por las cosas que con ella se consiguen.

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4 DE SEPTIEMBRE
DÍA DE LA INMIGRACIÓN / INMIGRANTE

VIVIENDAS: CONVENTILLOS, INQUILINATOS Y MANSIONES
LA INMIGRACION...

Por Elena Luz González Bazán * especial para Latitud Periódico

7 de septiembre del 2016

La llegada inmigratoria y Buenos Aires industrial

Es así que con el proyecto de europeizar al país llegaron: alemanes, griegos, franceses, rusos, ingleses, húngaros; pero por sobre todas las nacionalidades italianos y españoles, en ese orden, que sobrepasaron con creces en número a todos los anteriores.

El primer censo poblacional que se terminó y dio a publicidad en 1869, en la ciudad había 89.661 argentinos naturales y 88.126 extranjeros, donde se destacaban los italianos y españoles.

O sea, de estos 177.787 habitantes, sobre un total de 1.830.214, la población extranjera en la Ciudad se conformaba de la siguiente forma:
Italianos 44.233; españoles 14.609; franceses 14.180; uruguayos 6.177; ingleses 3.174; alemanes 2.070; suizos 1401; portugueses 798; brasileños 733; norteamericanos 611; paraguayos 606; austriacos 544; chilenos 471; belgas 163; bolivianos y peruanos 151, varios 2.297.

(…)

La inmigración fue una condición esencial para poblar nuestro país. En el caso de nuestro caso testigo: Villa Crespo, a este barrio también llegaron: judíos, japoneses, armenios, sirios, griegos y hasta un hindú, teniendo claro que la inmigración más importante fue la de italianos y españoles, en ese orden.

Las condiciones de vida estuvieron signadas por el conventillo, se necesitaron muchos años para que las políticas estatales de los gobiernos conservadores se preocuparan por las condiciones en que vivían las clases bajas.

Este no fue una graciosa concesión, la lucha, las huelgas y hasta un movimiento de protesta inquilino marcaron los primeros años del siglo.
Esta es una historia de dolor, insatisfacción y falta de comprensión para incorporar a una masa humana que venía buscando hacer ¨la América¨.

El siglo XVIII había abierto el camino del capitalismo a la flemática Inglaterra, los Países Bajos y Alemania, el desarrollo industrial incorporó gran cantidad de mano de obra para el desarrollo de las incipientes industrias, con escasa tecnología, con largas jornadas laborales y salarios muy bajos.

En América, Estados Unidos había proclamado su independencia en 1776, y las grandes diferencias entre sur y norte explotaron con la guerra de Secesión. Las haciendas algodoneras, de tabaco y arroz del sur habían ayudado al desarrollo comercial y financiero del norte y a la explosión urbana.

La independencia norteamericana es desde el punto de vista social dudosamente revolucionaria, no así desde el político.
En el marco de las revoluciones burguesas marcó el comienzo de un proceso revolucionario que culmina con la guerra de Secesión y el desarrollo del capitalismo.

Estados Unidos de América se había desarrollado vertiginosamente por dos condiciones fundamentales:
1) El aumento de la población y
2) La producción de riquezas, por su desarrollo industrial ascendente.

En la parte más austral del continente, en cambio, los primeros años del siglo XIX marcaban el alzamiento revolucionario contra el dominio colonial español.
Luego de Rosas el proceso en estas tierras estuvo marcado por un profundo debate de ideas que comienza con Sarmiento y Alberdi y seguirá con Mitre y López.

El primero mira con gusto el desarrollo del gran país del norte. La democracia norteamericana parece ideal para ser puesta en marcha, mientras que Alberdi mirará a Europa y considerará que la limitación de derechos ciudadanos es una condición sine quo non.

La naciente nación Argentina tiene problemas de falta de población, mientras los gauchos, indios y mestizos que andan sueltos por las praderas deben ser controlados, diezmados o puestos al servicio del desarrollo de las grandes haciendas terratenientes.

Alberdi pronunciaba su famosa sentencia: DESARROLLARSE ES POBLAR.
Desde el S.O. llegaron las corrientes inmigratorias de Europa.

Más de 4.500.000 de personas llegaron a cubrir los puestos de trabajo en el campo y la construcción, esta inmigración procedía de regiones de escaso nivel tecnológico y desarrollo industrial inexistente y no contaba con una profesión u oficio definido.

Nuestro país era proveedor de materias primas para Europa, e importaba manufacturas de Europa, bienes suntuarios para su clase dominante, que tenía una imagen y un comportamiento aristocrático de la vida, haciendo ostentación de los bienes que poseían.

En la ciudad tenían sus mansiones y en el campo sus haciendas, donde necesitaban mano de obra sumisa que trabajara sus grandes extensiones donde se conseguían las materias primas que luego se exportaban.

La masa inmigratoria venía, en realidad, a conseguir un pedazo de tierra para la explotación en pequeña y mediana escala. Pero este no era el sueño de los terratenientes. Así la gran masa de la población europea se concentró en
Buenos Aires y parte de la Pampa Húmeda y la Mesopotamia, el resto del país no recibió casi el influjo inmigratorio.

Esta gran concentración derivó en una combinación que no ayudó a un desarrollo capitalista, la tierra siguió concentrada cada vez más en manos de la oligarquía ganadera.

El desarrollo industrial tuvo que esperar a las primeras décadas de este siglo y deformó un país que aumentó la población geométricamente.

La realidad del desarrollo argentino marcó que la masa inmigratoria buscase trabajo en las grandes urbes. De escasa especialización, el trabajo derivó en distintas labores que no requerían educación, ni mucho tiempo de aprendizaje, esto también determinó salarios bajos.

Las grandes familias aristocráticas fueron dejando el centro de la ciudad, las mansiones abandonadas fueron reemplazadas por mansiones en otros barrios.

La zona norte de la ciudad fue la elegida.

Las viejas mansiones se transformaron al influjo de comerciantes ávidos de hacer negocio en conventillos que albergaban a cientos de personas.

Las condiciones de vida de los inmigrantes y las clases bajas fueron deleznables. La gente vivía hacinada. Las habitaciones eran el lugar de toda una familia conformada por cuatro, cinco o más miembros, los baños eran compartidos. Las cocinas eran de carbón, las habitaciones no tenían ventilación, y el patio central servía tanto para acumular desperdicios como para el juego de los más pequeños.

La promiscuidad, la falta de higiene, la mala alimentación y el hacinamiento fueron una realidad de años que las políticas estatales no dieron solución.

Los alquileres eran elevados, y las quejas no se escuchaban, los trabajadores tanto los nativos como los extranjeros preferían vivir en el centro porque los lugares de trabajo se encontraban cerca y evitaban el gasto de tiempo y transporte.

En estas condiciones los nuevos pobladores debieron adaptarse e incorporarse a una sociedad nueva, lenguaje novel, con costumbres diferentes. Unos lo pudieron hacer más rápido, a otros les llevó mucho tiempo.

La incorporación masiva fue entre 1870 a 1920, con interregnos por las crisis y la Gran Guerra mundial.

Los presidentes durante la entrada más importe de la inmigración

Julio Argentino Roca: 1880 -1886
Miguel Juárez Celman: 1886 – 1990
Carlos Pellegrini: 1890 – 1892
Luis Sáenz Peña: 1892 -1895
José Evaristo Uriburu: 1895 – 1898
Julio Argentino Roca: 1898 – 1904
Manuel Quintana: 1904 – 1906
José Figueroa Alcorta: 1906 – 1910
Roque Sáenz Peña: 1910 – 1914
Victorino de la Plaza: 1914 – 1916

La inmigración en su gran mayoría son hombres y con escasa o nula especialización. Desde Italia la mayoría de los inmigrantes son del Sur, mientras que de España son procedentes de distintas provincias.

Estas corrientes inmigratorias de las cuales no hay discriminación por zonas de asentamiento podemos encontrarlas en los centros urbanos que se van abriendo en la periferia de la Ciudad de Buenos Aires, y en la rama de servicios, la incipiente industria y los trabajos que pueden encontrar en estas urbes o las que se van constituyendo.

• Del libro: Buenos Aires Ciudad Industrial – Villa Crespo Caso Testigo / febrero 2016.

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